Tiene José María Napoleón una canción que nunca escuché, pero que me encantó su título: «Aún estoy de pie».
Muchas veces esa frase vino a mi mente en situaciones en que la vida y mis errores me mandaron por la cuesta de tumbo en tumbo.
Siempre la misma frase… «Aún estoy de pie».
Junto a una plegaria ancestral de nuestro padre Jacob… «Si han de hollarme los enemigos, al menor permíteme pelear con honor y gallardía».
México a los tumbos…
Una gavilla criminal, que se puso de acuerdo con los mozos de la hacienda, ha tomado el control y se apropia de todo lo que teníamos.
De todo lo que se consiguió con sangre y con trabajo.
Las libertades basada en la sangre de los estudiantes de 1968 y 1973.
Los avances democráticos alcanzados gracias a las rodillas peladas de quienes fueron arrastrados por porros sindicales en terribles jornadas.
Las golpizas en las manifestaciones… las amenazas… los despidos.
Aguantar de pie todo aquello, soportar el dolor y la cárcel de muchos de quienes nos antecedieron, han conseguido un montón de libertades que quizá no valoramos.
México sufre el embate de estos miserables forajidos que se ríen con las dentaduras amarillas que jamás se limpian tras devorar el manjar ajeno.
Nos quitaron libertades, pisotearon dignidades… y sin embargo, Aún estoy de pie.
Van a escenificar el acto final de su rapiña: Una falsa representación de la democracia, para tener de su lado a los jueces, magistrados y ministros, sucios y corruptos como ellos, para que nadie ose en el futuro anteponerse a sus designios.
Han apaleado a México…
Los mozos de la hacienda, los partidos, los empresarios adinerados… ¡todos!, se inclinan ante el malhechor con tal de mantener sus privilegios.
¡Miserables!
Pero México, como diría Napoleón, el de Aguascalientes… ¡México está de pie!
No sé cuántos iremos a la Macroplaza para marchar y gritar que nosotros no participamos en esa farsa.
Los que sean… los que acudamos.
Vamos a decirle al poder… «Aún estoy de pie».