Existe en el ambiente geopolítico internacional una especulación de cuándo y cómo podría concretarse la salida de Nicolás Maduro del gobierno de Venezuela y se mencionan algunos escenarios.
Sin embargo, la mayoría de las opiniones publicada en medios reconocidos, coinciden en que podría ser en un dentro de un plazo de algunos meses cuando se pueda retirar del poder a este personaje que muchos consideran que es un espurio presidente de ese país sudamericano.
La denominada operación “Lanza del Sur” que ha emprendido la Secretaría de Guerra del gobierno del presidente Trump, incluye un despliegue naval y aéreo sin precedentes, similar al observado durante la crisis de los misiles en Cuba en 1962, incluye el portaaviones nuclear Gerald R. Ford, el portaaviones USS Iwo Jima, doce buques de guerra, un submarino nuclear, aviones F-35, drones, y más de 15 mil efectivos militares.
En el marco de esta operación se han registrado más de 20 ataques a embarcaciones que transportaban droga hacia los Estados Unidos, en los cuáles habrían sido abatidos cerca de 80 personas, quienes presuntamente serían traficantes de drogas.
Una opción probable es una salida negociada, en este escenario, Maduro y su familia serían trasladados al país que elijan, quizá en Qatar, o Rusia. Esta opción es la menos violenta, aunque no hay garantía de que el gobierno siga siendo controlado por el chavismo. Los venezolanos podrían aceptar un gobierno con más apertura y con una izquierda moderada, o una transición democrática a través del respeto al voto popular; pero difícilmente soportarían una extensión de la dictadura instaurada por Hugo Chávez en febrero del año 1999.
Otra alternativa sería una operación militar quirúrgica para capturar y extraer a Maduro y juzgarlo en Estados Unidos por terrorismo y narcotráfico. Esta opción sería arriesgada porque el mandatario tiene el respaldo del ejército y el aparato de inteligencia. No obstante, las posibilidades se incrementan si la inteligencia estadounidense logra confirmar una fractura al interior de las fuerzas bolivarianas y que el inquilino del Palacio de Miraflores ya no cuenta con el apoyo absoluto de los militares.
Este escenario implica un riesgo elevado de provocar una rebelión interna, lo que agravará la situación económica y las oleadas migratorias a los países vecinos, además del rechazo de gobiernos de la región como México, Colombia y Brasil.
Un último escenario sería el impulso de un golpe de estado promovido por un sector militar inconforme con la situación general del país, explotando al máximo las fisuras internas del chavismo. Este camino conduciría a una larga inestabilidad violenta y una lucha al interior del chavismo, ya que difícilmente los países aliados que han expresado su apoyo al régimen de Maduro, como China o Rusia, estarían dispuestos a enviar tropas en su auxilio.
Cualquiera que sea el desenlace, Venezuela se encuentra en un punto de inflexión histórico. La comunidad internacional enfrenta el dilema de optar entre una solución pragmática o una intervención de consecuencias impredecibles, mientras millones de venezolanos continúan pagando el costo de una crisis prolongada. El reto no será únicamente la salida de Maduro, sino la construcción de un nuevo orden político que garantice estabilidad, democracia y dignidad a un pueblo que lleva años esperando el fin de una tragedia que parece no tener fin.