Hay en la sociedad una capacidad de albergar resentimiento que resulta inexplicable la manera en que suele comportarse.
Una prueba de ello ocurre en México, año 2000.
Nuestro país viene de uno de los mejores ejercicios de gobierno, de un magistral manejo de la economía… de un rescate heroico.
Zedillo se convierte en un gran presidente que recibe a un México herido, despedazado… que sangra y que llora.
Seis años después, entrega a un México que se reinventa… que resurge y que abre las alas.
Lógico es aguardar entonces, que la elección presidencial del 2000 sea un trámite; que el partido que postuló a Zedillo gane la elección con facilidad en premio a esa gran labor.
Pero la ciudadanía aplastó al PRI…
¿Qué le cobró?
Quizá fue esa dolorosa crisis del 94-95…
Quizá fue el asesinato de Colosio.
Quizá la suerte de asesinatos políticos nunca aclarados.
Quizá fue todo junto.
Y así…
La extraordinaria labor de Calderón que rescata a México del crimen organizado no es premiada con un nuevo periodo panista…
Hoy en día aún existe un gran resentimiento contra el PRI y contra el PAN por situaciones que seguramente los expertos no alcanzan a ver.
Es algo que no tiene explicación… pueden ser sus casos de corrupción tan evidentes… son sin duda viejos agravios.
«Te odio no por algo que ahora mismo recuerde, sino porque el corazón me dice que te lo mereces».
Hoy en día, MORENA acumula ya su propia cuota de odio en contra.
La corrupción y la desvergüenza con que se ufanan de sus riquezas mal habidas, llevarán en su momento a que esta sociedad le atice golpes contundentes.
Lo saben, por eso se apresuran a cambiar leyes e instaurar modelos que les garanticen quedarse con el poder, aunque ya nadie les soporte.
Son imbéciles, cierto… pero el instinto les dice que deben construir una fortaleza contra el enojo popular.