El macabro descubrimiento que llevó a cabo el grupo “Guerreros Buscadores de Jalisco” en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán Jalisco, solo confirma una realidad que todos conocemos, que en México se padece de una crisis humanitaria en materia de desaparición de personas.
Las cifras oficiales, publicadas en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas son muy desoladoras.
Hasta el 26 de marzo de este año 125,916 personas siguen sin localizarse, a los que habría que sumar otras 17,860 personas encontradas sin vida.
Solo del 25 al 26 de marzo, se agregaron 142 nuevos registros de personas desaparecidas y no localizadas.
El campo de reclutamiento, o de exterminio, o como quieran llamarlo la fiscalía de Jalisco y la Fiscalía General de la República, no se puede ocultar en la impunidad que impera en este país.
Recientemente el periódico El Sur, que se publica en el estado de Guerrero, reveló que decenas de jóvenes fueron reclutados por la autoridad laboral guerrerense, en colaboración con las alcaldías de Acapulco y Chilpancingo, con la promesa de brindarles capacitación y otorgarles una visa de trabajo en Estados Unidos.
Los enviaban a supuestas “capacitaciones” a ranchos de Jalisco y Guanajuato, pero en realidad, quiero creer que sin tener conocimiento del destino que les esperaba a estos jóvenes, ávidos de obtener un buen trabajo, terminaron siendo forzados a engrosar las filas del Cartel Jalisco Nueva Generación.
Quienes no servían para empuñar un arma o no tenían la capacidad de vivir en constante zozobra, los descartaban.
Pero en este infierno no había la opción de renunciar; simplemente fueron sacrificados.
No es casualidad que el Estado de Jalisco sea uno de los que más personas desparecidas tienen registradas.
La imagen de nuestro país en el exterior está terriblemente deteriorada ante el hallazgo de esos campos de exterminio, que no son exclusivos de Jalisco, sino un problema nacional.
Esta tragedia también es consecuencia de la fallida política de “abrazos, no balazos” del sexenio anterior.
Es de esperarse que el gobierno de la Presidenta Sheinbaum, con el apoyo de la inteligencia estadounidense, logre combatir a los grupos criminales que han convertido al territorio nacional un enorme panteón.