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El tratado de aguas México-USA

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Por: Red Crucero

Publicado el 23 de abril de 2025

En 1944, en pleno contexto de posguerra y con la urgencia de garantizar el desarrollo agrícola y urbano de las regiones fronterizas, México y Estados Unidos firmaron un tratado que reguló el uso y distribución de las aguas internacionales de los ríos Bravo y Colorado.

Este tratado, aún vigente, estableció las bases para un intercambio binacional que ha permitido, durante ocho décadas, cierta estabilidad en el manejo compartido de un recurso tan vital como escaso, como es el agua.

De acuerdo con el tratado, México debe entregar a Estados Unidos un promedio anual de 431 millones de metros cúbicos del río Bravo, mientras que Estados Unidos se compromete a proporcionar a México 1,850 millones de metros cúbicos del río Colorado cada año.

A lo largo del tiempo, este acuerdo ha sido considerado un ejemplo de diplomacia hídrica que, pese a las tensiones, ha evitado conflictos mayores y ha dado certeza jurídica a ambos países.

Sin embargo, las condiciones naturales, sociales y climáticas han cambiado radicalmente desde 1944.

La presión sobre los recursos hídricos ha aumentado de forma alarmante debido al crecimiento poblacional, la expansión agrícola, la sobreexplotación de los mantos acuíferos, la contaminación y, sobre todo, la crisis generada por el cambio climático.

Hoy, el agua ya no fluye como antes.

Las sequías son más frecuentes y prolongadas; los caudales de los ríos han disminuido y los compromisos establecidos hace 80 años se han vuelto cada vez más difíciles de cumplir.

Esto ha generado tensiones entre ambos países, especialmente cuando México enfrenta dificultades para cumplir sus entregas en los ciclos quinquenales establecidos.

Las comunidades del norte del país, particularmente en Chihuahua y Tamaulipas, resienten estas obligaciones, pues dependen de esas aguas para sus cultivos, su economía y su vida cotidiana.

No se trata solamente de un problema técnico o diplomático, sino de un asunto de justicia hídrica y de derechos humanos.

Incluir en este tratdo el agua almacenada en las presas El Cuchillo y Marte R. Gómez, no estaba considerada en el convenio de hace 80 años, pero para cumplir con sus obligaciones, nuestro país ha recurrido a los embalses de estas presas.

La Marte R Gómez es fundamental para distrito de riego 026. Su uso agrícola es indispensable para mantener la economía de esa región; mientras que el agua de El Cuchillo es utilizada principalmente para satisfacer el consumo humano en Nuevo León.

¿Es funcional el tratado de 1944? La respuesta es compleja.

Como marco legal, sigue siendo una herramienta útil y vigente.

Pero operativamente, el tratado necesita ser actualizado.

Requiere una revisión integral que contemple la nueva realidad climática, que incorpore criterios de sostenibilidad ambiental, que fortalezca los mecanismos de cooperación técnica y que garantice la participación activa de las comunidades afectadas.

No podemos seguir operando con parámetros del siglo pasado para enfrentar los desafíos del siglo XXI.

Actualizar el tratado no significa renunciar a sus logros, sino darles continuidad.

No se trata de romper con el pasado, sino de adaptarlo al presente para asegurar el futuro.

En esta coyuntura, México debe asumir una postura firme pero propositiva, exigiendo corresponsabilidad a Estados Unidos y promoviendo un nuevo acuerdo que no solo reparta el agua, sino que preserve su existencia.

Una renegociación del tratado debe incluir aspectos básicos como las prolongadas sequías y el cambio climático.

Se dice que el río Colorado, vital para Baja California y Sonora, está en crisis, con reducciones drásticas en su caudal; mientras que el río Bravo, ha acumulado déficits en sus entregas debido a la escasez del vital líquido que fluye por su caudal.

Debe considerar la contaminación, regulando la calidad del agua.

Ejemplo de ello es la contaminación del Río Tijuana, que afecta a comunidades en ambos lados de la frontera, así como la salinidad del Colorado, que perjudica a los agricultores mexicanos.

Debe incluir mecanismos de adaptación climática, que contemple las temporadas de sequía, normas más estrictas para evitar la contaminación, promover el uso de tecnologías de riego eficientes con un enfoque en la sustentabilidad, además de promover la participación de comunidades locales, cuyas voces han sido marginadas en las decisiones técnicas que determinan el uso del agua.

El agua no reconoce fronteras. Su cuidado tampoco debería hacerlo.

En tiempos de escasez, la cooperación y la visión a largo plazo son más necesarias que nunca; porque al final del día, lo que está en juego no es un tratado, sino nuestra capacidad de sobrevivir juntos en un planeta cada vez más afectado por el cambio climático.

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