Hay cargos que hacen político y políticos que hacen al cargo.
Concepto que escuché de labios de dos admirados políticos: José Natividad González Parás y Carlos Domínguez Aedo.
Concepto que parece anacrónico, sobre todo porque los políticos recién llegados pelean el nombre de un cargo con tanta vehemencia que ni cuenta se dan de que se arriesgan al anonimato y al olvido final.
¿Recuerda usted el nombre del secretario de Gobernación de Peña Nieto?… yo tampoco, bueno, en realidad sí; pero fue tan gris que el cargo fue siempre más importante que él… Miguel Ángel Osorio Chong.
En cambio, no sé si Manlio Fabio Beltrones fue alguna vez secretario de Gobernación, pero su nombre inspiraba un poder de ese nivel.
Traigo a cuento esta reflexión porque no hay secretario de Samuel que parezca empeñado en dejar su huella de manera positiva…
Aunque actúan como si su actual importancia y visibilidad les fueran a durar 30 segundos después de terminar su encargo.
Otro ejemplo…
¿Sabe usted quién es el actual delegado de Gobernación?
¡Claro, Héctor Gutiérrez de la Garza!
¿Sabe el nombre del anterior o alguno de los anteriores?
Ni uno…
Es que como dicen en el pueblo, el cargo no vale madre… vale por quien lo ocupa actualmente.
¿Qué secretario… qué funcionario de cualquier municipio va a provocar que lo recordemos?
A como van las cosas, en un año sabremos muchos quién es Fernando Gutiérrez Moreno… por lo bien que va en temas que mejoran la vida ciudadana.
La cosa es que no hay muchos que entiendan con claridad que el cargo que ocupan se termina… a menos que un excelente desempeño haga que se lo lleven o lo dejen en la memoria ciudadana.
Decía César Garza Villarreal…
«Hay cargos que duran tres años; ¡pero la vergüenza dura toda la vida!»
Falta poco, porque los tiempos son inexorables, lo fueron para quienes estuvieron antes, en que sabremos si para unos habrá huella o vergüenza.
Sería bueno que meditaran en ello.
