El bato aquel tenía piojos en el trasero.
Se la pasaba rascándose el trasero con singular alegría.
Un día un compadre le dice…
-Oiga compa… ¿ya jue a checarse el culillo? Veo que se lo rasca mucho.
-Compare… ya me cansé de ir con tanto médico… nada me quita esta picazón.
-Mire Compi… le recomiendo que en vez de ponerse la pistola al cinto, se la recorra más hacia atrás… abajo digamos de la panza, y el cañón por dentro del calzón.
-Achingà… a ver… ¿Así?
-¡Así mero!… ¿cómo siente el fundillo?
-No me lo va a creer… ¡Pero ya se me quitó la comezón!
-¡Y cómo no! Si tiene a las ladillas encañonadas ¡manos arriba!
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