Traer a México a Hernán Bermúdez es verse obligados a escuchar, apuntar y actuar.
Llevarlo a Estados Unidos significa poner más municiones en las armas gringas, que nadie sabe cuándo van a dispararse.
El discurso de la soberanía se convierte en boomerang.
¿No necesita el gobierno de Sheinbaum a los gringos para limpiar la caca que dejó López?
Bueno, ahí le traen un enorme…
Porque el subsecretario Antiterrorismo de Estados Unidos viene a México, cuando casualmente viene también Bermúdez.
Y va a escuchar sus declaraciones o se entrevistará con él en privado.
Lo que diga se hará público, lo diga aquí o lo diga allá.
Y sobre lo que diga, deberíamos ver un juicio político contra Adán Augusto.
O qué… ¿van a protegerlo en nombre de la soberanía?