Sergio Ramos termina por desnudar una triste realidad social en Monterrey… la pequeñez de nuestros grandes empresarios.
Traes un monstruo del futbol mundial, uno que supera a todos cuantos has traído, en historial, en galardones, en presencia.
Rompe el mercado de las camisetas… hace que el mundo ponga su mirada en ti.
Te regala estampas de grandeza en un evento mundialista…
Hasta que llega el momento de hablar del nuevo contrato…
Él lo pide por un año… y a ti te da por regatear como si fuera una reja de tomate.
A ver tontito… no es Cuauhtémoc Blanco, ¡Es Sergio Ramos!
A ese nivel no se regatea, simplemente se paga o no se paga.
Ramos respondió acorde a su grandeza y se fue, así de sencillo.
No hubo en FEMSA, la gran empresa regia alguien que entendiera la magnitud del asunto.
Y volvieron a su nivel…
Al técnico que jamás ganó algo, que su gran palmarés fue el de segundón de alguien importante.
Volvieron a ser noticia localita.
Es su nivel tendajero.
Hace no mucho, las empresas de Monterrey jugaban en las grandes ligas, exportaban camiones, acero, ropa…
Antes…
Ahora son rémoras que esperan a que se instale una gran planta en Monterrey para ir como proveedores y ganar un pedazo del gran pastel.
Sergio Ramos desnuda ese estilo tacaño de aprovechar negocios con los gobiernos para luego ser comparsas.
Esos son nuestros hombres del poder económico.
Los herederos que entierran el tesoro para que les dure.
