Este México hermoso que pasa sus días a la espera del caudillo que lo libre, su propio Mesías de las profecías prehispánicas.
El hombre blanco y barbado.
El Santa Ana por el que fueron una y otra vez a Manga de Clavo.
El Juárez que peleó contra los franceses y contra el imperio astro-húngaro.
O el propio Maximiliano que llegó por súplica de los empresarios mexicanos cansados del desorden provocado por el montón de caudillos avaros deseosos por erigirse al Olimpo de la historia parados sobre los huesos de sus inocentes compatriotas.
El Porfirio heroico y luego villano… el Madero demócrata y espiritista que prometía salvarnos de la tiranía y de los abusos.
Y de ahí una larga lista…
Siempre un villano y siempre un redentor.
Así llegó López Obrador.
Conforme la historia avanzó, teníamos cada vez un caudillo menos preparado, sí, pero más ambicioso.
López Portillo era un hombre de cultura vasta y de profunda convicción histórica.
López Obrador es un pobre ignorante quien cree que hace 10 mil millones de años México ya estaba habitado…
Pero fue un caudillo en contra de un villano que él mismo inventó, para rescatarnos de lo que no existía, o al menos, no como él lo dibujaba,
López ha sido un criminal desde que se asoció con los zetas en el 2006, dicho esto por uno de los líderes criminales que le financiaron.
No es un caudillo… pero se puso el disfraz y le quedó al pelo.
Cuando una parte de México despierta a los horrores de ese criminal disfrazado de caudillo, no busca resarcir ni retomar un camino colectivo.
México busca otro caudillo, igual que hace 250 años… igual que hace 150… igual que hace 50… igual que hace siete años.
Parece que lo encuentra, es un alcalde y manda en Michoacán.
Él sí…
Habla como caudillo, alienta como caudillo y capta la atención como un caudillo.
Quizá él sí lo sea… la ley de las probabilidades le otorga esa ventaja.
Quizá el señor Carlos Manzo solamente sea uno más entre toda la lista de caudillos que hemos visto llegar.
México no pelea por su libertad; México espera por el caudillo que le libere.
¡Ahí vamos de nuevo!