En 1968, Díaz Ordaz aguantó estoico, la rechifla en el Estadio Olímpico Universitario.
Aún estaba fresca la sangre de los muertos en Tlatelolco.
En 1986, Miguel de la Madrid aguantó con los dientes apretados y mandíbula tensa, el abucheo y el coro de «U… leeero… U… leeero», en el Estadio Azteca.
Aún estaba fresca la sangre de las víctimas abandonadas del terremoto del 19S.
En el 2025, Claudia Sheinbaum acaba de pagar por llevar a miles y miles de acarreados a la plancha del Zócalo para que la ovacionaran.
Pero en 2026, cuando aún esté fresca la sangre de Carlos Manzo… la de Bernardo Bravo… la de todos los activistas, la de los ciudadanos agobiados por el crimen organizado, ella debe acudir al Estadio Azteca para declarar inaugurada la Copa del Mundo de Futbol.
Pero no quiere ir…
Teme a una rechifla merecidísima.
Teme a que el maquillaje de las manifestaciones en el Zócalo, se escurra ante el calor del enojo ciudadano.
Y quede su rostro, su imagen, semejante al de un payaso.
Es por eso que busca el pretexto adecuado para no ir…
Ha externado varios, pero ninguno convence.
Ella ocupa un pretexto para esconder la razón.
La razón no entiende de pretextos.
Se verá mal si no acude.
Se verá peor si acude.
