A veces en esta soledad de sombras, aparece tu silueta en la ventana…
Y miras el alba como siempre la miraste…
Y señalas la copa de los árboles lejanos como siempre señalaste…
Quizá en ese tiempo fuese una sola vez.
Pero desde entonces te veo ahí cada mañana.
A veces caminas por el sendero de regreso con algunas ramas en la mano…
Lo haces a la mitad de la mañana y te acompaña un perro diminuto de frenético ladrar…
Lo hiciste una sola vez… entonces.
Pero ahora lo haces todos los domingos en que salgo de casa a la misma hora y miro al mismo lado.
No sé…
No sé si es mi búsqueda o fuese un buen encuentro.
Pero estás ahí… no en apariciones fantasmales ni en charla imaginaria.
Estás ahí en la selección de instantes que atesora el alma mía.
Estás en los pasos que anduviste, en los espacios que ocupaste… los que hiciste tuyos y que ahora se hacen míos…