Dicen que llegará desde el norte, que sufriremos por sus vientos helados, por su fuerza devastadora. Un invierno que no tendrá sensibilidad ni piedad, especialmente para los más desprotegidos: los que caminan con los pies descalzos, los que huyen de la pobreza, de la violencia, los migrantes. Este invierno no llegará envuelto en un traje rojo, sino montado en un elefante. Y no será un rey mago el que guía su marcha, sino un gobernante cuya bandera política es ese mismo elefante. El crudo invierno que se avecina no durará meses, sino cuatro años.
Hoy, para México, para Latinoamérica, y para el mundo entero, se vaticina un invierno que no se mide en grados bajo cero, sino en palabras frías y políticas heladas que soplan desde el norte. Esos vientos no solo azotan a los que migran en busca de una vida mejor; También enfrían los corazones de quienes escuchan una narrativa construida para dividir, para crear miedo.
Los migrantes, quienes cruzan desiertos y ríos con la esperanza de alcanzar la tierra de los sueños, han sido durante décadas una fuerza invisible que sostiene la economía del país al que llegan. En los campos, en las fábricas, en los oficios que muchos estadounidenses rechazan, ellos trabajan incansablemente, alimentando la maquinaria económica de un gigante que pocas veces reconoce su esfuerzo.
Sin embargo, en este crudo invierno, esa narrativa ha cambiado. Los medios de comunicación, amplificando las palabras de un gobernante cuyo discurso hiela la esperanza, han sembrado miedo en el imaginario colectivo. Con frases cuidadosamente diseñadas para confundir, han pintado a los migrantes como enemigos: «vienen a robar», «trafican drogas», «incluso se comen a nuestras mascotas». Estas ideas, que rozan lo absurdo, no solo alimentan la xenofobia, sino que dividen a la sociedad estadounidense, polarizando a sus ciudadanos entre los que ven en los migrantes una amenaza y los que entienden que ellos son esenciales para el tejido económico y cultural del país.
La influencia de los medios de comunicación en esta narrativa no puede subestimarse. En un mundo donde la verdad compite con los titulares alarmistas, los mensajes de odio viajan más rápido que los hechos. Los medios han contribuido a construir una imagen distorsionada del migrante, reforzando los prejuicios y las inseguridades de un público que, en muchos casos, no está preparado para cuestionar lo que se le dice.
Así, este invierno no solo congela los sueños de quienes huyen de la pobreza o la violencia. También enfría las almas de aquellos que viven al norte, de quienes ven en el «otro» una amenaza en lugar de una oportunidad. Este invierno no solo es para los migrantes; es un invierno para el mundo entero. Porque en cada palabra cargada de miedo, en cada ley que discrimina, en cada mirada de desprecio, se congelan los valores que nos unen como humanidad.
2 / 2
Con la llegada de este «elefante», el frío no se limita a los campos de trabajo ni a las fronteras. Invade los hogares, las conversaciones y los corazones. Pero los inviernos, por crudos que sean, no son eternos. Algún día, las nieves se derretirán, y con ellas, la narrativa del miedo. Hasta entonces, queda la esperanza. La esperanza de que la humanidad recuerde que, al final, todos somos migrantes en busca de un lugar mejor… A pesar de este crudo invierno.