La señora aquella llamaba a su viejecito esposo El Pizarrín…
Pizarrín para acá… pizarrín para allá.
-Pizarrín ve a la tienda por favor… Pizarrín ve al mercado.
Una vecina le pregunta un día:
-Oiga vecina, ¿Por qué le puso ese apodo tan feo a su señor?
-Es que son la misma cosa…
-¿Cómo que la misma cosa?
-Él y el Pizarrín son lo mismo… se duermen, se echan en la cama y usted los llama…
-¿Los llama?
-Sí, o sea… los mueve con la mano… los menea…los acaricia.
-¿Y luego?
-Pos eso… que sí escuchan, ¡pero no se levantan!
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La señora se presenta ante su marido totalmente desnuda… ¡en pelotas!
-¡Ajingá!… ¿Qué te pasa vieja?, ¿a dónde vas encuerada?
-Pues hace dos meses que no me compras ropa… ¡ésta es la única ropa que tengo disponible para ir al mercado!
-¡No manches vieja… ¡siquiera dale una planchadita!
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