En un país con un mínimo de decencia, la concesión de un amparo podría cambiar la inercia de un gobierno.
Pero ese no es nuestro caso…
El Amparo fue concebido para brindar a los ciudadanos un escudo contra los abusos del poder.
Pero en los gobiernos morenistas los amparos son accesorios innecesarios; artículos de ornato.
Así, la Cámara de Diputados y la de Senadores se negaron a acatar los amparos concedidos que ordenaban detener la discusión y aprobación de la Reforma Judicial.
Los diputados y senadores morenistas decidieron que los amparos no tenían validez jurídica y siguieron su procedimiento aprobatorio por una razón:
Debían aprobar la reforma porque era «un regalo para el presidente».
¿Un regalo?… ¿pueden regalarle al vejete ladrón la democracia? ¿El estado de derecho?
¡Regálenle una hermana… un hermano… sus calzones!
El caso es que desacataron la orden del Poder Judicial en vez de combatirla.
Es decir pudieron tumbar el amparo con una estrategia jurídica, pero ello significaba tiempo… tiempo que no tenían porque el vejete quería su regalo antes de terminar su mandato.
Y así, mal cocinada, con errores ridículos, el regalo estuvo a tiempo.
Como indigno colofón, la Presidente no solamente dice que no acatará la orden de borrar la Reforma del Diario Oficial… ¡anuncia que va a meter a la cárcel a la juez!
O sea, ella solita puede todo eso aunque no sea fiscal ni juez.
Y las focas aplauden…