Uno lee los libros de historia y encuentra a Ignacio Commonfort que prefiere ir al paredón antes que renunciar a sus ideas y valores.
No era cualquiera la amenaza, ni cualquiera la oferta para abandonar sus ideales.
Allí está Guillermo Prieto que se atraviesa a la soldadesca que tiene a Juárez listo para ser fusilado y emite aquella famosa frase… «los valientes no asesinan».
Ahí están los Gustavo A. Madero, torturados de manera inmisericorde, sin que con ello lo hagan abdicar de su vocación democrática.
¿Serán de verdad?
Porque ahora tenemos a miserables cobardes como los Yunes… o los Pérez Dayan… los magistrados del Trife…
Cuando la historia llamó a su puerta, ellos estaban escondidos abajo de la cama.
¡Miserables!
Que nunca se nos olviden sus nombres, porque para salvar sus asquerosos traseros, entregaron el futuro de los mexicanos en manos de la hiena cuatrotera.