La señora exigió su tarjeta de crédito, y dijo que la usaría como ella quisiera, en puras cosas importantes para la casa.
El marido aceptó… con cierta reticencia, pero aceptó.
En octubre la señora se acercó para decirle que los bancos no dejaban de molestarla, que le urgía un préstamo…
¿Ciento cincuenta mil pesos?
Era la deuda de la tarjeta, imposible de pagar.
Bueno, pero vas a reparar la licuadora… no.
Bueno, pero vamos a pagar la impermeabilización de la casa… no.
Ok, entonces vamos a pintarla… no.
¿No?
¿Ni a comprar una nueva lavadora… a cambiar el carro?
Nada…
Todo ese dineral es nada más para pagar la deuda de la tarjeta de crédito.
Y si no la pagas, seguirá disparándose y al rato van a ser 200 mil ó 300 mil.
¿Qué haces?
Cierto, no hay de otra, con los bancos no se juega.
Págala…
Pero esa es solamente la mitad de la solución.
La otra es quitarle la tarjeta de crédito.
¿Lo entendieron señores diputados?