Si miras hacia atrás verás el rastro que explica lo que eres… que te dice en qué te vas a convertir
Por OMAR ELÍ ROBLES
Al cuarto para la una, el silbato del Distrito Industrial sonaba, pa apurar a los que iban al turno de las dos de la tarde.
Javier, Congorila, revisaba desde los rayos a los pivotes su Benotito, verde seco… con unas barbitas que le colgaban de la parte trasera del asiento y reflejantes en la salpicadera.
La ponía llantas arriba y le daba al pedal para checar que fuera una rodada pareja…
Seis kilómetros de ida… seis de vuelta.
Cuando salía del callejón, ya los descamisados estaban listos, impacientes, para correr a su lado las dos cuadras empedradas hasta el bulevar y el Paseo de la Burrita, por donde transitaba para evitar el tráfico de coches.
Relumbraman las renegridas espaldas… centelleaban las blancas dentaduras al sol del trópico.
La negriza suplicaba trepar a la parrilla… no había suerte, Congorila sonreía y aceleraba el paso hasta que jadeantes, llegábamos todos al límite para despedirlo como se debía…
«¡Déjate bien boleado el ano pinshi Congorila!»… ¡Aquí te cuido a tu hermana!»… «¡Sóplate parriba tu copete, cuñao!»
Y luego, volver caminando hasta el framboyán bienhechor que bajo su noble sombra cobijó a la pandilla de negritos.
En una de esas, vimos que don Benito el de los cocos y las jícamas de a 20 salía de entre la calle de las viudas… pero esta vez no iba despacito mientras voceaba su mercancía.
¡No!… ¡Ahora corría desesperado y miraba hacia atrás con angustia en los ojillos orientales!
«¡Qué le pasa don Beno… qué le pasa!»
Chorreaba el agua helada de sus hielos por las hendiduras de la caja vitrina que acomodaba en su carretita…
«¡Se acaban de fumigar a un cabrón en el cine!… afuerita, anda un loco con un riflón ansina… y corretea a quien le pasa… y dispara, eso dicen, que dispara».
¿Con un riflón?…
Okey… el ansia del chisme nos venía a desbordar, queríamos verlo y saberlo, pero tampoco era que fuéramos a ponernos de a pecho pa que nos disparara también a nosotros.
Optamos por la democracia…
«Vamos a escoger a uno pa que vaya a ver qué hay… y venga y nos diga… al que le caiga el 18 ese mero va».
Había que acomodarnos, comenzar a contar del uno al 18 y al que le tocara el final, ese mero tenía la encomienda.
Le tocó al Canito… flaquito él, pelos parados y copetín en punta…
«¡No… no!… que se cuente nuevo, se me hace que se brincaron uno», protestó.
En efecto, al contar el Checherengüe se había pasado del 9 al 11… así que al contar de nuevo descubrimos que le había tocado al Gabilondo…
«Yo no soy güeno pa esas cosas, verdagüena que no conviene que vaya».
-Pero te tocó mi Gabi…
«Les digo, yo me asusto».
-Pero te tocó…
«Miren, la vez pasada cuando soltaron al Terry… cuando andaba correteando a todo mundo… les digo… yo me asusto feo…»
-Tranquilo, hasta donde puedas…
«Yo me cago… en serio… esa vez del Terry me cagué del puritito miedo… no sean así…»
Chibirico se rascaba la cabeza… «¿Cómo la ve mi Pichojitos?»
-Pos digo que vayamos con don Nato padre…
«Aynomame Pichojitos… don Nato está en silla de ruedas, ¿cómo lo vamos a mandar?»
-No, digo que vayamos con don Nato y que nos regale un pañal… se lo ponemos al Gabilondo y que vaya a ver… así, si se zurra no hay problema.
Tronó los dedos Chibirico y los demás aprobaron la idea… se formó la comisión, con Juan Karma… con Emir… con Totuche… todos a pedir respetuosamente el pañal.
Más tardaron en entrar a la casa con rejitas de madera que en salir a pezuña fulgurante, mientras se cubrían la cabeza de los proyectiles que el buen hombre les lanzaba.
«¿Mis pañales?… ¡pídanle los calzones a su chingadamadre!»
Así acabó aquella valerosa expedición… nadie fue a ver al loco del riflón, escuchamos las sirenas… gritos… mentadas…
«¡Oi… oi!… ya se lo llevan»… «Yo creo que se habrá escondido atrás de un carro y desde allí dispara»… «No haya agarrado algún chamaco de los que venden bocoles con chorizo ¡pobres!»… «Si no se rinde se lo van a escabechar desde lejos»…
En media hora construímos la historia que después contamos como si hubiésemos estado allí…
Sin necesidad de manchar honras ni calzones.