Como en los viejos tiempos de los cortejos fúnebres, aquel hombre vio uno que pasaba frente a su casa…
Todos caminaban detrás del féretro, era una fila interminable… cientos de personas detrás.
Un hombre marchaba llevando a un perro atado a una correa.
Intrigado, el cristiano se acerca al cortejo y le pregunta al hombre del perro…
-Perdone la intromisión en estos momentos tan difíciles, pero es que me llama la atención esta clase de cortejo… ¡tanta gente que les acompaña!, debió ser una persona magnífica.
-No… en realidad era mi suegra y era una hija de la tiznada, que me insultaba a diario, que a veces me golpeaba… que me sacaba dinero a fuerza para que no fuera con el chisme de que hace tiempo tuve una aventura….
-¡Ah canijo!… ¿y de qué murió?
-La mató éste… (dice jalando un poco la correa para señalar al perro).
-¡Jasumare!… ¿el perro?
-Sí, el perro…
-¡Ejem… ejem!… oiga ¿y no me lo puede prestar?
-Claro… ¡fórmese en la fila!
—
Llega un hombre de color serio… negrito, pa decirlo pronto, con su hijo del mismo tono… a las oficinas de la universidad pública.
-Buena talde, señorita… vengo a matricular a mi hijo, que quiere etudiá.
-¡Ah claro!, con muchísimo gusto… ¿Y qué carrera quiere estudiar?
-Quiere estudiá leyes.
-¿Leyes?… ¡ah, muy bien!… ¿y en qué rama?
-¿Rama… rama?… ¡ninguna rama!… ¡quiero que mi hijo estudie en una silla ¡como cualquié muchacho blanco!
—